miércoles, mayo 25, 2011

“LA BLONDIE Y SUS GATITOS”. jueves 28 de abril de 2011

jueves 28 de abril de 2011 “LA BLONDIE Y SUS GATITOS”

Hace algunas semanas –el 21 de marzo para ser más exactos- la Blondie dio a luz 5 gatitos. Cuando me di cuenta de que ya había parido, busqué a esos michitos indefensos adentro de la casa, bajo todas las camas, atrás de la estufa y del refri, adentro de los clósets, por debajo y atrás de los libreros pero… ¡Nada!

Al no hallarlos, sospeché que los habría parido en el patio y recorrí, buscando, todos los escondites posibles para el caso. Sospeché de los perros y, entonces me imaginé que ella, por librarlos de Fido y de su madre, podría haberse ido al terreno de al lado, ese baldío lleno de monte y de basura que le avientan los cochinos vecinos de la esquina. Pues resulta que allí, con la ayuda de Claudia y del tío David, rescatamos a 5 pequeñitos. Cuatro amarillos casi idénticos a ella, con collarcito o con pechera blanca y un poquito de blanco también en las patitas; el 5º es un pequeño tigrito gris con blanco, hermoso como un gato de peluche. De los 5 hay 4 machos y una hembra amarilla que murió aún en los días en que estaba mi hijo aquí en la casa. Les pusimos una caja con papel periódico en la cocina y, diligente, su madre se mete a amamantarlos varias veces al día. Casi al mes empezaron a salirse de la caja y caminar se volvió peligroso pues en cualquier momento de distracción podíamos pisar un gatito.

Luego Eloísa sacó la caja con los mininos al corredor y, no sé si fue Dido o algún gato malora, pero un gatito amarillo apareció muerto, con el cuello sangrante. Desde ese mismo instante la Blondie, que hasta entonces se había llevado bien con los perros, los empezó a odiar y a atacarlos cada vez que los ve, incluso Davicito y yo fuimos testigos de una afrenta directa de la Blondie a mi Dido; en un momento en que la perra se levantó de debajo de las guayas donde rasca en busca de humedad, la gata corrió a ese lugar, rascó y se zurró en la cama de la perra con premeditación, alevosía y ventaja. Se vio tan grosera y vulgar que Davi no resistió y le lanzó un mango para ahuyentarla, pero el daño estaba hecho. Yo enseguida regresé a la cocina la caja de los michos pero no los encontré, su madre los había escondido y trascurrió más de un día para que reaparecieran, aunque ahora sólo había uno amarillo y el tigrito gris. No supe nunca qué fue del otro amarillo, buscamos y buscamos y, ni el cadáver encontramos por ningún lado.

Y esta mañana volví a verlos bajo la mesa del corredor, sólo que, al acercarme tratando de agarrarlos, noté que el amarillo sobreviviente estaba muerto, desmembrado de la patita izquierda que estaba allí tirada tan completa y perfecta como si la hubiera cortado un cirujano. Con sumo cuidado levanté el cuerpecito y, la cabeza estaba también perfectamente cercenada, como si lo hubiera hecho un bisturí. Escarbé un poquito y enterré los restos de aquel pequeño gato tan pequeño y perfecto como un fino muñeco de peluche, tan exacto en tamaño como en color y forma.

Me deprimí y lloré por el triste destino de los bellos mininos de la Blondie. Rescaté al tigre gris sobreviviente y, desde ese momento decidí que se queda en la casa.

Ahora se llama Goyo y hace mil travesuras, se adueña de la casa y la recorre persiguiendo a su madre, a mí o a Nina, se sube a los sofás y hasta a las camas. Juega y jala tapetes haciendo caer las cosas de la sala, practica lucha libre con su madre y se dan unos rounds tan increíbles que, es todo un espectáculo mirarlos. Nina hace como que lo odia pero, si se le arrima lo suficiente, lo baña a lengüetazos, amorosa y feliz; sólo cuando la Blondie los observa y se acerca, vuelve Nina a su pose de “no te quiero nada”, lo reprende y lo corre de un zarpazo. Pero es sólo una pose, porque noto que, en el fondo lo ansía como hijo y, cuando la presencia de su madre le recuerda que el gatito no es suyo, fingiendo indiferencia lo regaña y ahuyenta de su lado con terribles gruñidos y bufidos de gato.

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