domingo, junio 24, 2007

¡Y bueeeeeeeeenooooo...así es la vida!

23 DE JUNIO DE 2007.
Voy a cumplir años mañana . . . ¡¡Aaaaaayyyyy Zandungaaa!! ¡¡Ayayayayyyyy!!

Ni modo... Hacernos viejos es la única forma de seguir viviendo . . . La opción es . . . ser vampiro. ¿No?
Sólo que la sangre no se me hace apetitosa. ¡Vaya, ni siquiera me gusta un filete "tierno"! ¡¡Prefiero que al cortarlo no tenga sanguaza!! ¡Qué asco! Es más...entre un plato de carne y unos buenos champiñones al ajillo...prefiero los hongos!! ¡¡SIEMPRE!!
O una quesadilla de flor de calabaza, quizá un delirico chop suey o un chao min, o unas deliciosas rajas de chile poblano con maíz desgranado, media crema y un poquitillo -muy poquitillo- de pechuga de pollo deshebrada... o alguna otra cosilla que no tenga mucha carne, cuyo ingrediente principal sea cualquieeeeer verdura y sólo contenga unas cuantas hebritas de carne.

Por supuesto que a mi abuela y a mi madre esto que digo ¡¡¡no les haría ninguna gracia!!!
Se pasaron mi infancia-adolescencia-juventud sirviéndonos espléndidas comidas de cuatro tiempos: (¡Oh mi Dios! Yo aún no dejo de preguntarme cómo le hacían para atendernos a tantos al mismo tiempo si fuimos 12 hermanos y siempre comimos todos juntos y éramos atendidos con una eficiencia que ya la han de desear mis tres hijos) 1)Sopa; 2)guisado de CARNE con su 3)correspondiente acompañante (arroz-puré-frijolitos-molotes de plátano rellenos de queso, tortitas de yuca o lo que se les ocurriera) y su infaltable guarnición de verduras -crudas o cocidas-, cuya variedad sólo se limitaba por la imaginación interminable de estas dos mujeres increíbles)
Y 4)el prometido postre cotidiano que -¡Oh mi Dios! Era siempre un delicia casera preparada de la manera más tradicional posible, con ingredientes naturales y el inconfundible, profesional y siempre magistral toque de mi abuelita Eme: Arroz con leche y pasitas, Natilla con nueces, buñuelos, jericalla, dulce de camote con piña, donas, churros nevados de azúcar y canela en polvo, crujientes hojuelas bañadas de jarabe de granadina, dulce de tejocote, jalea, ates de todos los sabores y colores de un sarape mexicano, cajeta -casera por supuesto-con pan de caja, galletas de jengibre, manzanas, duraznos y/o peras en almíbar.
Y, para los adultos 5) el cafecito que perfumaba la cocina y el comedor y remataba excelentemente la comida mientras nosotros tomábamos espléndidas y refrescantes bebidas de frutas de todos los colores habidos en el reino vegetal. A veces, incluso, nos compartían copitas de rompope que nos hacían sentir muuy "mundanas".

A R. y a mí nos encantaba que nos lo sirvieran en las tacitas de té de la vitrina de mami, su finísima porcelana con sus filos dorados o plateados, nos hacía sentirnos como un par de chicas cosmopolitas que -calzadas con las mejores zapatillas de mami- cruzábamos las enclenques piernas infantiles, nos mecíamos en los sillones del corredor y, levantando el dedo meñique bebíamos a pequeños sorbos nuestro rompopito mientras conversábamos sobre el último viaje familiar al mar, a Tapachula, Oaxaca, Tuxtla, México, Veracruz o donde fuera; sobre los libros que estábamos leyendo, sobre las amigas de la escuela, sobre algún niño que me tuviera fascinada en esos días o sobre la personalidad que adoptaríamos en nuestro próximo juego:
-"Vamos a ser dos agentes secretas que investigan los crímenes de Jack el destripador",
-"Sí, yo voy a ser Lorena Taylor en mi personalidad secreta";
-"Y yo seré Samarkanda Taylor".
-"Pero no diremos nuestros nombres a nadie".
-"¡¡Claro que no!!
Y sólo Beto supo (aunque no creo que lo recuerde) que, cuando investigábamos vestidas con nuestros propios pantalones y los sacos y corbatas de los trajes de papino, es porque no éramos nosotras las de siempre ¡¡Éramos LAS HERMANAS TAYLOR!!.
Y de algo servió leer tan pequeñas toda la colección de "Las aventuras de Sherlock Holmes" y las de "Tom Sawyer detective", porque le dimos vuelo a la hilacha con una imaginación incansable que extendía el juego por días y semanas y que, con los correspondientes intermedios e interrupciones que los demás juegos nos permitían, duró años, casi hasta que empezamos a vestir medias y ponernos rímel.
De vez en cuando, a lo largo de la infancia, la pubertad y todavía algo de la adolescencia, nuestras personalidades secretas volvían a la carga con toda la fuerza de nuestra imaginación plagada del contenido de taaaaantooos libros compartidos en esos años imborrables: novelas, cuentos, biografías e historias de la vida real que -¡Oh benditos tiempos!- suplieron la ausencia de la televisión dotándonas de la gracia divina, de una creatividad indomable, una fantasía desbordada y una implacable imaginación que luego nos ha servido para dar las mejores clases del mundo (R. con su formación pedagógica y yo con mi perfil en literatura).
¡Aayy! Aquellas funciones de teatro que organizábamos nos dejaban exhaustas con los preparativos tan meticulosos que nos llevaba días montar un espectáculo.
Desde preparar la tarima, el "foro" sobre el que actuaríamos bailando, cantando, cancaneando (¡sí! ¡Bailábamos can can con el famosísismo tema de Orfeo en los infiernos de Offenbach!); ensayar los pasos y la coreografía, escoger el vestuario, acomodar los asientos del "público"; elegir la música, lo bueno que la música abundaba porque mami era una fanática de la música clásica, de la música instrumental, de los bellísimos temas de películas como el tema de Lara, de Dr. Zhivago; La calle, o La Strada con Anthony Quinn; Sobre el arecoiris, de El mago de Oz; Tema de éxodo, de Los 10 mandamientos; Candilejas, Laura y un montón más que, en álbumes de 8 ó 10 discos gruesototes, de acetato, se apilaban sobre la consola mientras elegíamos. Y como mami un tiempo hasta fue fan de ¡¡los beatles!! pues teníamos también música "moderna" para elegir ¡¡Qué rollo!! ¿No?
En alguna ocasión nos quedamos con un disco de Sarita Montiel donde cantaba una pieza llamada "Polichinela", que nosotras adaptamos a nuestro baile cancanero y con la que, en cada "cata cata pun, cata pun con candela", nos levantábamos las faldas y mostrábamos las medias caladas que nos habíamos puesto para ejecutar el bailecito ése. Abuelita, mami, las muchachas que ayudaban en la casa y tooodoos los hermanitos nos aplaudían como el público más fiel y entusiasta que haya visto teatro alguno.
Esto era en los días calmos. Porque en días de pandillas -como le llamábamos ingenuamente al grupo de amigos y vecinos con quienes se compartían los juegos organizados- había torneos de canicas, de trompos, de yo-yos, de quemados, de hoyito (se escarban "medios hoyitos" en la tierra, tantos como jugadores participen, se pinta una raya desde la cual vamos "tirando" por turnos una pelota del tamaño de la palma de la mano, que cabe perfectamente en los hoyos que están numerados -cada número corresponde a un jugador-, si la pelota entra en tu número la recoges al instante y te lanzas a perseguir a los demás que ya salieron volando como delincuentes en fuga. Debes darle a alguien con la pelota o acumularás un huevito-piedrita en tu hoyo. Al acumular 3 te paran junto a una pared y te "fusilan" con la misma pelota.
También jugábamos encantados, roña, escondite, stop, al patio de mi casa, a la rueda de San Miguel, a mecernos en los columpios (siempre hubo columpios caseros en el patio), a "me regala un cigarrito" que era parecido a la roña pero con bases múltiples; a la roña-escondite que se juega con una lata y que, no sé por qué siempre se jugaba de noche, a Doña Blanca está cubierta de pilares de oro y plata, a los padres de San Francisco, Juan pirulero, las estatuas de marfil, a la víbora de la mar.
Con las niñas jugamos matatena, "pobrecita huerfanita", "al din don de la dina dina danza", "hilitos, hilitos de oro", "mambrú se fue a la guerra", "échenle sal, quién te picó", "chile, tomate o cebolla", "abuelita se quemó el atole", "tan, tan quién es, la vieja inés", "el lobo: jugaremos en el bosque mientras el lobo no está...".
A veces nos daba la fiebre de la cuerda, entonces brincábamos mañana tarde y noche. Solas, en pareja, con todos los hermanos, con las amigas/os, en el patio, en el parque, en el corredor, en la escuela...
Todos estos juegos organizados eran por temporadas, algo así como lo que estaba de moda. Duraban semanas, por supuesto.
También, con los hermanos y amiguitas más cercanas, nos daba por jugar a la casita y la armábamos con sábanas y cajas y todo lo que nos dejaran usar, entonces éramos un par de señoras amigas que, acompañadas de sus hijas-muñecas se visitaban unas a otras y tomaban el té juntas; o éramos una familia haciendo la comida y toda la rutina diaria de un hogar estándar.
Por supuesto que éste también era de los juegos que duraban varios días. Los sicólogos afirman que los juegos de roles son una etapa importante en el desarrollo evolutivo del niño. (¡Ooohh!).
Por las noches nos entreteníamos principalmente con juegos de mesa: lotería mexicana, las famosas "Pulgas", Basta, Serpientes y escaleras, Oca, Damas chinas, Damas españolas, El coyote y las gallinas, Barajas españolas con las que jugamos "nadie sabe para quién trabaja", "burro empachado", "conquián" y muchos otros que ya no recuerdo bien. Sólo me queda la sensación de días eternos en los que el tiempo alcanzaba para tooodooo.

Íbamos al mercado después del desayuno R. y yo solas o con mamá, ayudábamos un poco en algunas cositas de la casa y luego, si no estábamos en esos momentos metidos en algún juego especial de esos de varios días, leíamos un rato, cada uno su libro que, por supuesto, luego intercambiábamos.
Normalmente, luego de leer algo emocionate -¡¡y los clásicos infantiles y juveniles siempre lo eran!!-, nos daba por imitar lo leído, de tal forma que, si la lectura había sido de los 3 mosqueteros o el Conde de Montecristo, enseguida nos convertíamos en espadachines todos. Después de comer salíamos a mecernos a las hamacas al corredor, o a los columpios al patio a cantar a voz en cuello todo lo que estaba de moda en la radio o las canciones de cri cri de nuestros discos y de la memoria de mami.
Íbamos al río con D, B y J, jugábamos Stop en el patio, en el patio mismo asábamos grandes trozos de queso que compartíamos con los vecinos que venían a jugar, íbamos al parque a manejar bicicleta, ayudábamos a barrer el patio o regar las plantas del jardín de abuelita Eme, cenábamos las delicias que se preparaban para el caso y leíamos la biblia con toda la familia, luego todavía daba tiempo de jugar un rato al escondite o al encantado y nos acostábamos felices y aún llenas de energía a contarnos cuentos que, o leíamos o se los inventaba la R. especialmente para ella, para L y para mí.
Es obvio que, con una rutina así, no había ningún niño obeso. No recuerdo y por más que reviso en las fotos escolares, no encuentro a nadie que haya estado pasado de peso en esos tiempos. No había sedentarismo, todo era movimiento, actividad, vigor, entusiasmo.
¡Ay Dios! Es que fueron tantos y tantos juegos que, de verdad, al ver cuánto tiempo se le dedica actualmente a la televisión, los videojuegos, las películas de DVD, las computadoras y demás, pienso si lo que se ha ganado con tanta tecnología vale la pena por lo que se ha perdido en creatividad, espontaneidad, imaginación, dinamismo, energía, fantasía, ilusiones, quimeras y sueños tejidos al crear un juego, una diversión, un entretenimiento infantil que llenaba la vida y hacía crecer la visión, los sentimientos, las experiencias, la conciencia, el ser mismo.
Y no es que de plano no viéramos tele nunca, a veces veíamos las caricaturas de la tarde "Aventuras en el año 5000", que era un mosaico de Hi-man y otras más como Bugs Bunny y el pájaro loco, la vieja serie de Batman y Robin. Veíamos historias de Alfred Hitchcock; la dimensión desconocida, Perdidos en el espacio, Viaje a las estrellas, Flipper, Daktari...en fin, no absorbían nuestra vida, mucho menos nuestras mentes. Había más vuelo y amplitud de la imaginación en los libros: El maravilloso viaje de Nils Jolgerson, 20,000 leguas de viaje submarino, Viaje al centro de la tierra, Gulliver en el país de los gigantes o con los liliputienses . . . uuuuuffffffffff.
¡Ay bella infancia tan ida! ¡Cuánto diera por capturarte en un frasquito como una esencia exótica, la más olorosa y cotizada, la más deseada y la más querida...y sacarte en las fechas especiales para llenarme el cuerpo con tus días ya idos pero no olvidados: un toquecito atrás de cada oreja, uno en cada muñeca, otro en el pecho, en el pliegue del brazo y, al final, lanzar un toque al aire para que mis cabellos capturen una brizna feliz de infante esencia. Y caminar con tu fragancia a cuestas para vivir en serio la nostalgia de ti, de las risas sin fin, de los silencios afines y las miradas cómplices, de los juegos que ensayan a la vida pero tienen la ligereza de ser un simulacro que se acaba ¡¡cuando tú lo quieras!! Cuando te aburres de ser mamá o papá, de ser el héroe o el villano cruel, de ser la bruja de la historia negra, de ser el caballero que rescata a todos.
Y vuelves a ser tú, un simple niño que sólo desea un abrazo-consuelo, un beso-sanador, un vaso redentor de blanca leche. . .
Yo volvería feliz a vivir cada día de mi infancia.
También mi adolescencia enamorada. ¡Aaaaahhh cuántas veces me enamoré! ¡Y en cada una creí que era amor eterno!
¡Hasta que conocí el amor grande, tal vez no eterno sino muy terreno y entonces me di cuenta que los otros eran PIRITA!*

Supongo que, como todo en la vida, en mi infancia y adolescencia hubo momentos buenos y malos...
¡Lo siento! ¡No recuerdo los malos! ¡
¡Es que los buenos fueron taaaaaan buenos . . . que me quedo con ellos!!

Ahora un poema que tiene que ver con lo que se ha ido, con la nostalgia... sed benévolos, condescendientes...sale?

¿ADÓNDE VAN LOS BESOS?
¿Adónde van los besos
que no he dado?
Las caricias sin tiempo
que soñaba
en la quemante
adolescencia,
adónde se han perdido
titubeantes.

¿Es la brisa estival
que marchita
jazmines incipientes?
¿O la dorada arena
de esa playa
que devoró nuestra
ilusión demente?

Los besos de algodón,
de lilas y fragantes
azucenas.
Los de incendio y ceguera…
Los del adiós,
de otoño,
los de aquella rivera
¿Dónde han ido?

Insensata mi boca
los añora,
mi loco desamparo
los requiere,
el calendario
que me encarna
los evoca tarde a tarde,
poro a poro.

Cruel batalla del tiempo
y el fracaso,
del adiós y la duda,
de la ley más violenta.

De mi mapa de flores
y remiendos
que los alisios templan
en estas madrugadas
del verano.

Besos de oro,
dulces y dolientes
como el amor sin fin
de los muchachos.

Como el fuego
que todo lo consume.

Como tu vida,
atada inapelable y fiel
al nacarado traje
que reviste mi ser
y que deslumbra
tus noches en mi cama.
ABRIL 2007
*PIRITA Es un mineral brillante de color amarillo oro (sulfuro de hierro), también conocido como "el oro de tontos" o "falso oro".

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Precisamente ahorita está el hijo de una compañera en la oficina, niño que vive en un espacio reducido, sin patio, con constantes visitas al psicólogo que ya le diagnosticó hiperactividad.
Cuánta alegría fue tu infancia comparada con el resto del mundo, que tan felices somos los que tuvimos la oportunidad de que nos ayudará a crecer una persona tan integral como tú, porque incluso nos diste parte de tu alegría de niña y nos enseñaste juegos y jugaste con nosotros. incluso entre tus hermanos fuiste privilegiada, no porque fueras más consentida, sino porque siempre has tenido más desarrollado tu sentido de la felicidad, de disfrutar de las cosas buenas de la vida, te has atrevido a más cosas, a pensar diferente y asumirte especial. Te amo! eres lo mejor que me ha podido pasar.

Anónimo dijo...

Què agradable relato, parece cuento de sueño!!!, vièndolo con tus ojos aprecio mejor mi infancia, que siempre la he recordado hermosa pero a travès tuyo la veo màgica, incomparable!! tu sensibilidad y habilidad para transmitirnos tus recuerdos es fantàstica, y què bonitas fotos jajajaja de niños, casi todos con las patas torciditas jajajajaja, ahh y juan de pollo, o leòn, què era?? jajajaja los ojos de capirul de david!!!.
Sigue recreàndonos con tus gratos recuerdos.
titibolita.

Anónimo dijo...

gracias por recordarnos cuan felices hemos sido,porque recuerdo la infancia tan feliz como la describes, que por eso le doy cuerda a mi grillo y lo dejo que haga y deshaga mi pequeño y nuevamente vivo un poco a través de él, tan ingenuo, fantasioso, es todos los heroes, me hace recordar eso que cuentas con tan bellas palabras y juegos ovidados gracias nuevamente por recordarnos esto. (por cierto k ya no me acordaba como era el juego de hoyito jijiji los vecinitos juegan con mi hijo y a veces salgo y les pongo juegos) magochis.

Anónimo dijo...

Tu relato es denotativo de toda una época. Es como una película del corte de casablanca, como de un ambiente caluroso y bajo los árboles, reunida la familia, tomando limonada helada.

Anónimo dijo...

Que bonito escribe... de solo leerla dan ganas de recordar... las aventuras de la infancia, los guisos inigualables de las abuelas, los juegos y los hermanos, que por más que sigan creciendo nos seguirán con todos esos bellos momentos... me ha provocado una gran sonrisa... de verdad. Y ojalá pudiéramos encontrar un hechizo maravilloso que nos hiciera capturar la escencia de nuestra infancia para y guardarla en ese frasquito.

angél-ik gabriel

Anónimo dijo...

Heeeyyy! le has hecho cambios a tu blog, se ve lindo, pero necesito que esribas algo, sabes que es indispensable para mi alma leerte? y a mi correo ya no escribes, no seas así kisifur, sabes que te necesito.

Un besito.

Anónimo dijo...

eres mi inspiración constante...
te veré pronto ;)