viernes, julio 12, 2013

SEGUNDO DIAGNÓSTICO, SEGUNDO...



30 de Abril de 2013.

¿Qué escribir? ¡Dios mío! ¿Qué escribir? Cuando esta cabeza guarda tantas cosas que quiero expresar y ¡el tiempo se hace cada vez más breve!

¡Quién fuera ruiseñor! ¡Quién fuera el mítico Simbad! -dice Don Silvio en su bellísima canción- ¡Quién fuera un poderoso sortilegio!

¡Quién fuera “lengua de plata para traer a la vida historias y personajes, a placer!

Aún tengo el pendiente (obligación moral) de contar la historia de la ejemplar existencia de doña Digna Emérita, mi abuela materna; las diversas historias de la variada y virtuosa vida de mi padre.

¡Aah!  y la increíble y notable vida de mi madre, que parece una novela épica y romántica al mismo tiempo, con su heroico padre, mi abuelo, asesinado tan artera y tempranamente por su amor a la verdad y la justicia.

Y junto a éstas, tantas historias de mujeres y hombres que he conocido ¿o imaginado? en este tránsito de medio siglo.

Pero el tiempo, inasible y traicionero, se escapa entre los dedos como la más fina arena.

Y ahora parece además, que diera vueltas y me regresa a los ingratos días de la incertidumbre y el temor, cuando aún iba a ser intervenida con una neurocirugía.

Y, saber que debo pasar por esto de nuevo, podría dar temor, pero no. Afortunadamente  me sostiene alguien más grande que mis más grandes problemas: Nuestro amado Padre celestial que siempre ha guiado mis pasos y decisiones, que siempre me alienta y fortalece. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1).

Y como vivo convencida de que ni una hoja cae del árbol si no es la voluntad de Dios, entonces sé que esto, como todo lo que ha sucedido en mi vida, es su voluntad y me asiste la certeza de que “A los que confían en Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). Por eso sé, que yo sólo debo ponerme en sus misericordiosas manos y confiar en que su amor y su sabiduría reservan para mí lo mejor, lo más conveniente para mi vida y para las vidas de todos los que me aman.

Sé que saldré de esto fortalecida, sé que las pruebas nos templan y reorientan y sé que la voluntad de Dios no nos llevará nunca adonde su gracia no nos alcance. La fe que tengo en Dios y su amor, me hace sentir que estoy destinada a sobrevivir y que  saldré bien de todo y más rápido aún que la vez pasada.


¡En fin! ¡Estoy a la espera del momento en que esto quede atrás y, mientras eso pasa, las tensiones, inevitablemente, crecen, sin embargo sé que mejores experiencias me esperan aún en los tiempos por venir! ¡Dios tiene la última palabra! Y en su amor confío.